Región Andina Colombiana
FOLCLOR COREOGRÁFICO
Trajes típicos
Aunque el traje o atuendo vestuario para los danzarines de
estas tonadas es simplemente el de los campesinos de dicha región, a veces se
utilizan prendas típicas como el sombrero de jipa, el pañuelo rabuegallo, la
comisa cotona o sin cuello, la ruana de lana de jerga o la montera de lana para
los climas fríos y la mulera de hilo para los cálidos, el pantalón de manta y
las alpargatas en el hombre y la corrosca de pinto, el sombrero de suaza o de
tapia pisada, falda de saraza con orillo de randas o de olán, pañolón o rebozo
de caperuza, blusa de manga larga y bordada o cortada al codo, alpargatas
blancas con galones negros o cabeza adornada con flores, según el clima para la
mujer. A veces se llevan prendas adicionales o de parafernalia como el carriel
antioqueño y el machete para el hombre o canasta con flores para la mujer. En
el torbellino es más común el bordón o guayacán en vez del machete y la mochila
de fique.
Es razonable el traje campesino condicionado por el clima y
el tipo de trabajo que se realiza en una región determinada.
Hay un sinnúmero de prendas vestuarios comunes a varios
departamentos: el traje del arriero de las montañas antioqueñas, caldenses,
quindianas y de Risaralda es prácticamente el mismo y tiene semejanzas con el
de Santander. Las prendas del peón ganadero de la región de los llanos, del
Tolima y Huila tiene muchos detalles en común con el de los trabajadores
sabaneros de Bolívar.
Igualmente sucede con los campesinos labriegos de
Cundinamarca, Boyacá, Oriente, Santander, etc., de las zonas frías.
Danzas y Juegos Coreográficos
El bambuco es, como expresión sentimental, un “idilio
campesino” que señala los tímidos balbuceos del amor en los pasos de una danza
ingenua. El hombre persigue delicadamente; la mujer consiente su timidez. Aquí
vendrían muy bien las palabras del maestro argentino Leopoldo Lugones, al
hablar de las danzas criollas:
Su ritmo, elemento masculino, es alegre y viril, mientras su
melodía llora con melancólica ternura.
Así resulta más descriptivo de la doble alma que encierra la
pareja danzante, conservando toda su individualidad al hombre y a la mujer,
quienes nunca llegan a unirse materialmente.
El espíritu de nuestra poesía es, como la música correspondiente,
melancólico y viril a la vez. La delicadeza sentimental de estos dos elementos
impuso a la danza una decente cortesía que no amenguaba, por cierto, su
elegante gracia. Hombre y mujer permanecían simplemente separados, siendo su
contacto cuando lo había, eventual y fugaz.
Esa viril melancolía de que nos habla Lugones, se aplica
mejor que nunca al bambuco y es la misma “risa entristecida” con que José
Eutasio Rivera nos define el espíritu del bambuco en su soneto de La calentana:
La gentil calentana, vibradora y
sumisa, De cabellos que huelen a
florido arrayan, cuando danza
bambucos entristece la risa y se alegra
el susurro de sus faldas de olán.
Los pasos de danza en el bambuco varían según las regiones
andinas.
La artesanía más importante es la vivienda, y aquella que
posee carácter tradicional es la que podemos considerar como folclórica,
dividida en nativa o indígena y aculturada (mestiza o mulata).
La vivienda nativa, usada desde tiempos inmemoriales por
nuestros indígenas, se conserva en la actualidad prácticamente sin
modificaciones.
Así, las casas indígenas de los Páez son ranchos de una o
dos piezas, techo de paja, paredes de troncos clavados en el suelo con cañas
secas de maíz en los intervalos, una sola puerta sin ventanas y fogón interior;
las camas son de cuero de osos o de res. Otra etnia de la región andina, los
guámbianos, construyen caseta de palma “boba” o helecho arborescente, techo de
paja puertas y ventanas amplias, paredes dibujadas sobre cal; aquí encontramos
algunos elementos extraños, como la cal y los dibujos que señalan la influencia
de la civilización mestiza perturbadora de la tradición guambiana.
En la vivienda mestiza actual predomina el modelo hispano
llamado “colonial” urbano y campesino, aunque en los campos es más corriente el
rancho pajizo de bahareque y tapia pisada, un conjunto de cuatro paredes de
tierra pisada (tapias) con una sola puerta y una ventana a lo más, techada en
caballete de dos aguas y cubierta de paja de esparto, de palma, de tamo de
trigo o de teja rustica de madera.
Fuente: Región Andina Colombiana
Convenio 1412/2007
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