Parque Arqueológico Nacional de Tierradentro
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3. Los estudios arqueológicos
La existencia de las grandes tumbas de cámara de
Tierradentro se conocía desde mucho antes, pero las investigaciones científicas
se iniciaron en 1936, cuando el geólogo Georg Burg estudió algunos de los
hipogeos y el arqueólogo José Pérez de Barradas inició sus investigaciones
financiadas por el Ministerio de Educación Nacional.
Pérez de Barradas indicó (1937) que las grandes tumbas con
decoración pintada de los sitios El Aguacate, San Andrés y Segovia (figura 6)
eran posteriores a la época Clásica de San Agustín, y de un periodo al que
denominó “Cultura Cauca floreciente”, fechado entre los siglos IX y XII.
Sostuvo que entre los siglos XII y XV habitó en la región otra cultura (que
denominó “Cauca reciente”), cuyos restos se podían ver en la zona de
Belalcázar.
En cambio, a la etnia nasa, que por datos históricos se
ubica desde al menos el siglo XVI en esta región, le atribuyó un arribo algo
más reciente (Rappaport, 1982).
Aunque la cronología propuesta por Pérez de Barradas no
contaba con el apoyo de métodos directos de fechamiento de radiocarbono,
inventados una década después de sus estudios, la mayoría de los investigadores
la acepta.
Gregorio Hernández de Alba adelantó en 1937 una visita
técnica para el Ministerio de Educación Nacional, en la que describió
detalladamente los hipogeos y trazó los primeros planos y dibujos del interior
de las tumbas (figura 7) (Hernández de Alba, 1938). Dichos materiales se
conservan en el centro de documentación del ICANH y cumplen un papel importante
de apoyo para la toma de decisiones sobre restauración e investigación. En 1938
se creó el Servicio Arqueológico Nacional, al que se le asignó el estudio y
cuidado de los bienes arqueológicos, incluyendo el manejo del parque de
Tierradentro, asuntos que desde 1952 serían responsabilidad del Instituto
Colombiano de Antropología (hoy Instituto Colombiano de Antropología e
Historia).
Las excavaciones adelantadas por Hernández de Alba (1938) y
Horst Nachtigall (1955) indicaron una estrecha relación entre San Agustín y
Tierradentro para gran parte de la secuencia arqueológica, compartiendo los
estilos de cerámica, la forma general de los asentamientos y la estatuaria
funeraria del periodo Clásico Regional (1-900 d.C.). Sin embargo, las
excavaciones mostraron que la cerámica asociada a los hipogeos era muy
diferente a la conocida en San Agustín (figura 8).
Investigaciones posteriores (Chaves, 1972; Langebaek, 1995,
2009) confirmaron que durante el Formativo (1000 a.C-1d.C) y el Clásico
Regional (1-900 d.C.) Tierradentro fue habitada por sociedades agrícolas que
compartían con San Agustín los patrones dispersos de asentamiento, la
estatuaria, la cerámica (figura 9) y la orfebrería. Los materiales cerámicos de
toda la secuencia prehispánica presentan tal similitud que en los estudios
arqueológicos actuales se utiliza la misma cronología cerámica que para el
Valle de la Plata y para la zona de San Agustín e Isnos (figura 10), aunque información
reciente de algunos yacimientos sugiere fechas más tardías de finalización del
periodo Formativo 3 y del Clásico Regional en Tierradentro, al compararlo con
la zona de San Agustín (Langebaek y Dever, 2009).
Los estudios de reconocimiento regional en los valles de
Ullucos, Malvasá, Río Negro y San Andrés (figura 11) muestran que la ocupación
sedentaria de Tierradentro comienza en el Formativo 1 (1000-600 a.C.) con una
serie de pequeños sitios residenciales muy dispersos y con una densidad de menos
de una persona por kilómetro cuadrado (Langebaek y Dever, 2009). Durante el
Formativo 2 (600-300 a.C.), la población de la región se duplicó, pero con
menos de dos personas por kilómetro cuadrado seguía siendo muy baja aún. En
este periodo parece haberse iniciado la explotación de sal, cuyos restos han
sido identificados en el plano de Segovia, lo que se puede interpretar como la
existencia de especialización en la organización económica. Aunque en estos
periodos la población es muy dispersa, no todos los valles tienen la misma
ocupación. Las áreas residenciales son más frecuentes en el valle de la
quebrada de San Andrés y en menor medida en el valle del río Ullucos. Durante
el periodo Formativo 3 (300 a.C.-1 a.D.) aumentó drásticamente la población
regional a algo menos de diez personas por kilómetro cuadrado y aparecen ya
claras concentraciones demográficas, localizadas en el valle de la quebrada San
Andrés, donde se ubica el parque arqueológico, y también en la zona más baja
del mismo valle, en el Plano de Segovia. Una tercera concentración más tenue aparece
en el Valle de Malvasá.
Estas concentraciones son análogas a las encontradas en los
reconocimientos arqueológicos de San Agustín y del Valle de la Plata, en donde
se han interpretado como unidades políticas o cacicazgos, cuyos territorios se
definen por densidades menores a lo esperado y que estaban formadas por algunos
cientos de habitantes cuyas residencias muestran clara concentración espacial.
Fuente: Parque Arqueológico Nacional de Tierradentro
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